domingo, 16 de julio de 2017

La locura del bolso (parte II)

Os juro que pensaba que nunca lo iba a tener. El post anterior sobre el bolso lo hice medio en broma y la gracia se me fue de las manos, hasta de la radio me llamaron para saber qué tenía ese bolso para quitarme el sueño. No me quita el sueño, dije, dejémoslo en que sueño con él.

Aquel post fue una manera de despedirme de la obsesión, verbalizarlo para afrontarlo, y poco a poco me fui haciendo a la idea. Hasta que un día tonto cualquiera, me metí en la tienda online de marca y ahí estaba, fuera de stock. Adiós, ya para siempre, olvídate de mí. Y no pases 19 días y 500 noches que nos conocemos.

Pero no me resistí, quise dar una última vuelta sin esperanza por Google, como si de un funeral digno se tratase, con toda mi pena en ebullición. Pero allí, en esa segunda página del buscador donde dicen puedes esconder un cadáver, estaba mi bolso. Realmente lo que estaba era una tienda online de una cadena de zapaterías parisina de la que nunca había oído hablar. Desconfianzas por delante, ahí estaba, disponible, esperando a que yo hiciera un par de clicks. Con un nerviosismo creciente, di un paseo por París gracias al street view: las zapaterías estaban donde decían estar y los escaparates no tenían mala pinta. Por último, llamé a ese amigo que sabía que me diría algo así como "te lo tienes que comprar" y me lancé.

Lo cierto es que seguía sin creérmelo. Me repasé el seguro de Paypal y su política del pago a 20 días para estar preparada por si no volvía a saber nada de las zapaterías parisinas. Me metí otra vez, para verificar que realmente estaba ahí, en pedido procesados, pendiente de envío, y cuando quise admirar una vez más la ansiada adquisición, me encontré con un viejo amigo, el cartel de Sold Out, aquí también había llegado pero esta vez yo había sido más rápida.

Y llegó, al segundo día laborable ya estaba el repartidor entrando por la puerta de Hunky Dory con mi paquete en la mano, envuelto en la reconocible cinta de embalar de Venise Collection (que desde ahora son mis zapaterías favoritas de París y totalmente recomendable el servicio de venta online que tienen). Firmé, esperé a que se fuera el repartidor, abrí y ahí estaba. Palpé, maravilloso cuero. Bien. Olfateé, maravilloso olor a cuero. Más que bien. Era perfecto, mejor aún de lo que había imaginado.

Y así llevo, casi dos semanas. Admirándolo con el fervor de Gollum por el anillo.

 @wayaiu me retó a enseñar lo que llevo en el bolso

El otro día, una amiga me decía que no entendía lo mío con los bolsos, que no le entraba en la cabeza tanta pasión. Decía, que a ella le gustaban los vestidos, porque con ellos se podía ver más guapa, pero que un bolso no tenía ese poder. ¿Por qué entonces volverse loca por uno en concreto?

Tampoco supe muy bien qué responder, sonreí y no sé si pude disimular la cara de esto lo entiendes o no, y si no lo haces, poco puedo hacer por ti. Creo que le dije algo como que al igual que hay gente que colecciona arte o les gustan las joyas, a mí me gustan los bolsos. Supongo que será esa mezcla de practicidad y belleza, no sé, tampoco entiendo muy bien mi pasión por los aguacates y ahí está.

Cuando me llamaron por la radio, me preguntaron cuántos bolsos tengo, no sé si pensaban que respondería que tengo una habitación entera de ellos o qué. Tampoco tengo tantos, pero me gusta que los que me compro me apasionen. Me gusta desearlos de antemano, anhelarlos, planificar su compra como si de un día señalado se tratase o la emoción de decidirlo a lo loco. Luego, a veces, hasta los dejo colgados de la pared, a la vista, para admirarlos hasta cuando no los tengo entre las manos.

Dicen que los heroinómanos siguen pinchándose queriendo repetir aquel primer subidón que los atrapó para siempre. Lo mío fue algo parecido, con la suerte de que se ha vuelto a repetir varias veces y ahora que lo pienso, puede que sea la razón de lo mío con los bolsos. Tenía yo 25 años cuando nuestra madre nos dio a mi hermana y a mí una paga extra para comprar algo que nos gustara en las rebajas. El dinero daba para unos un par de vestidos en Zara, una sudadera y dos camisetas en H&M, un abrigo en Mango y hasta un par de bailarinas en Blanco. Pero en cambio, me gasté todo el dinero en un único bolso. Negro, clásico y de cuero. Fue al tocar (¿suena demasiado pervertido si digo acariciar?), al oler y al admirar aquel bolso cuando supe que mis días en Misako habían llegado a su fin.

Desde entonces ha habido varios, de todos los tamaños y colores, y hasta tengo la manía de no repetir marca (menos los de Zubi que tengo cuatro). Y lo mejor de todo, es que cuando los utilizo, vuelvo a sentir aquel primer subidón que se ha vuelto mi adrenalina particular.

¿Si le cuento todo esto a mi amiga lo entenderá?

Por lo que sí. Estoy encantada con mi nuevo bolso, ese que tanto me costó encontrar, que se volvió una obsesión y que aún no me creo del todo que esté en mi armario. Con todas las cosas que uno no puede conseguir en este vida, está bien que de vez en cuando puedas hacerte con alguna, por muy descabellada que parezca, y disfrutarla, mucho.

Maddalen

2 comentarios:

  1. Me alegra saber que no soy la única!!! El bolso es precioso
    Bs

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  2. Entiendo perfectamente todo lo que describes. Y entiendo tu obsesión con este pequeño, es maravilloso <3 En mi wishlist está en rojo.

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