lunes, 5 de marzo de 2018

Sobre los Oscar de anoche

Ayer me quedé despierta hasta las seis de la mañana de hoy. Por mucho que llevara dos noches con el sueño cortado (ya se sabe que a estas edades como te desmelenes un poco al día siguiente lo pagas caro), me pareció que a mi yo de quince años se lo debía. Porque hubo una época de mi vida, que la noche de los Oscar me parecía una de las más transcendentales del año y a la mañana siguiente me despertaba antes de la hora prevista con una ilusión mayor que si hubieran venido los Reyes para conocer cuales habían sido los ganadores. Creo recordar que antes la gala sería un poco más tarde, porque hacía las 07:25, solía anunciar el directo por la radio cuál había sido la película ganadora y me encantaba esa sensación de simultaneidad con cambio horario incluido.

Siempre soñé con poder ver la gala en directo, pero en casa no teníamos Canal+ y esto de internet apenas existía por aquel entonces. Recuerdo que soñaba con que algún año coincidiera con Carnavales, porque entonces se daría el caso de que me podría quedar en casa de mi tía en Tolosa a dormir y alegar algún malestar descompasado para que ¡ups!, no salir de fiesta y pasarme la noche delante de la televisión. Porque sí, ellas sí tenían Canal+. 

Desde entonces, lunes de universidad o lunes trabajando, y no sé si alguna vez lo he comentado pero soy bastante mala persona cuando tengo sueño por lo que nunca me había permitido el gusto. Pero este año tocaba que el lunes tenía fiesta y que además había hecho los deberes viendo casi todas las películas por lo que tenía que hacerlo, igual que una vez pisé la ruta 66, tenía que ver la gala de los Oscar en directo por una vez en la vida.

Y digo una vez en la vida porque no creo que se repita. Tampoco es que me aburriera, de hecho se me hizo bastante amena entre la alfombra roja de People y la retransmisión de Movistal+ (quitando algún que otro comentario innecesario e inapropiado de estos últimos), pero será que se me chafó todo con la película ganadora porque qué sueño y qué mal cuerpo tengo hoy. 

Como he dicho, había hecho los deberes, tenía mis favoritas y entre todas se alzaba Three Billboards Outside Ebbing, Missouri. Por no hablar de que por muy bien que me caiga Guillermo del Toro, su hombre anfibio me aburrió tanto que me pasé al última hora en el cine mirando al reloj todo el rato. Si hubiera tenido al simpático de Guillermo al lado, hubiera sido la pesada del ¿cuánto falta? cada cinco minutos. Pero muy a mi pesar tenía la corazonada de que iba a ganar, tengo testigos.

Pero vayamos por partes, aunque tampoco es que tenga nada más que discutir sobre el resto de los premios. Con los técnicos no me meto porque sinceramente, poca idea puedo tener si el sonido de Dunkirk estaba bien mezclado o no. Sólo diré que lo mejor de Blade Runner 2049 me pareció su fotografía por lo que estoy encantada de que Roger Deakins se llevara el premio. Y teniendo en cuenta que Coco me parece la mejor película del año, daba por sentado que ganaría en las dos que optaba por lo que casi ni aplaudí al escuchar los nombres. 

También estoy encantada con las cuatro interpretaciones, con cierta pena de que la Tonya Harding de Margot Robbie hay tenido que coincidir con ese portento de Mildred Hayes de Frances McDormand, porque si no, me hubiera hecho ilusión que el trabajazo de Robbie se hubiera visto reconocido. ¿Qué Gary Oldman nunca había ganado un Oscar? Así es, por lo que todo correcto, que Daniel Day Lewis ya se llevo uno inmerecido por Lincoln el año que competía con Joaquin Phoenix por The Master (puede que esta fuera la mayor indignación que tenía hasta ahora) y me pondré condescendiente diciendo que Timothée Chalamet tiene años por delante para hacerse con uno. Ante los dos premios de interpretaciones secundarias, solo me queda quitarme el sombrero, levantarme y aplaudir.


El año pasado el susto fue tremendo cuando La La Land no se hizo con la estatuilla a la Mejor Película. Amo La La Land de una manera sobre humana, pero hubo una parte de mí que se alegró de que premiaran Moonlight y todo lo que ello conllevaba, por mucho que La La Land me pareciera una película mucho más redonda e inolvidable. Pero este año no lo entiendo y cuanto más tiempo pasa, más me estoy indignando. La Forma del Agua me parece tan poco original, tan vista, tan previsible y tan ñoña (y lo dice la reina pastelera), que hasta su preciosa estética en tonos verdes (tan Amelie, por cierto), queda totalmente deslucida. Y por el contrario, Three Billboards Outside Ebbing, Missouri me perece que consigue cosas tan difíciles como enseñarnos todos los matices que puede haber entre el bien y el mal o hacernos reír con un cúmulo de desgracias en el hilo narrativo y sin caer en la desfachatez, que me parece una película tan necesaria como admirable. Pero supongo que será cuestión de gustos y que al que no lo ve, no lo convenceré yo. 

Pero dejando el cabreo de lado, diré que me encantó el vestido de Nichole Kidman, el traje de Armie Hammer y James Ivory y su camisa, que me enamoré una vez más de Jane Fonda y Helen Mirren (en serio, ¿cuál es número de Lucifer para envejecer así?), que he visto el speech de Frances McDormand como cinco veces y que he llorado en todas, que a Jimmy Kimmel le damos un notable y que qué maravilla de parejas las formadas por Maya Rudolph y Paul Thomas Anderson y Phoebe Waller-Bridge y Martin McDonagh. 


Y sobre todo diré que realmente parece que las cosas están cambiando, que parece que estamos avanzando hacia una sociedad más reivindicativa, más igualitaria y más inclusiva, y que a mí todo esto me emociona mucho

Por cierto, el jueves, 8 de marzo, nosotras paramos