domingo, 24 de septiembre de 2017

Volviendo a nuestro bar

No fue el primer bar al que empezamos a ir. ¿Tendríamos unos 20 años cuando nos asentamos en aquella esquina con vistas a la calle? Algo así.

Y allí pasaron nuestros viernes y nuestros sábados, con la teoría de para qué íbamos a ir a otro bar si por aquel ya pasaba todo aquel que quisiéramos ver. A veces más apretadas, otras haciéndonos dueñas de la pista, siempre pidiendo las mismas canciones con insistencia. Desde La chica ye ye que bailábamos en círculo alborotándonos el pelo, a cualquiera de aquel magnífico primer disco de Estopa que era la BSO de nuestros viajes por carretera, pasando por la ipurdiko pelotilla de Gozategi al Zorionak de Kaxiano que nos hacía arrejuntarnos al rededor de la cumpleañera estuviéramos donde estuviéramos como si de una llamada a la manada se tratase.

Vivimos las noches de karaoke, pasamos la escoba una vez que la persiana estuviera medio bajada y las luces encendidas y hasta diría que más de un matrimonio se cuajó allí mientras Nauzi (jefe en euskera) nos vigilaba detrás de la barra. Entre aquellas cuatro paredes, éramos las reinas del mundo. 

Empezaron a pasar los años y nuestras visitas fueron espaciándose en el tiempo. Trabajos, niñas, años... parece que llega un punto en el que todo pesa para que se alineen los astros. A veces, por nostalgia, he solido volver con otra gente, miento, he solido llevar a otra gente para ver si llegaba a sentir lo mismo, y no. 


Pero el otro día pasó, Saturno con Neptuno, Urano y Plutón (que al final, el pobre ¿es o no es planeta?). O mejor dicho, tuvimos boda de una de las nuestras y la celebración era demasiado cerca para no sentir la llamada. Durante el día no hablamos demasiado del tema, no fuera que nuestras expectativas no se fueran a cumplir. Además, sinceramente, lo estábamos pasando demasiado bien para acordarnos de ello. 

Una vez bien entrada la noche, después de haber estado un buen rato hablando con una jerezana encantadora sobre política y casi haber terminado en lágrimas emocionadas por lo bonito que era eso de entendernos hablando (con unos gin tonics encima habrá que poner también a aquellos que parecen no saber hacerlo), entré a la discoteca y el padre de la novia me soltó las palabras mágicas: Tus amigas han ido al Belfast

Y allí que me fui, sin poder evitar la sonrisa mientras me adentraba por las calles de la parte vieja. Al llegar, justo me encontré con uno de esos a los que tienes que escuchar por educación, hasta que X asomó la cabeza por la puerta y me gritó un "Maddalen, ¡estamos aquí!" que en cuanto me acerqué se convirtió en un "¿De buena te he librado, eh?". Y así entré, con la sensación de que estar dando la vuelta de la victoria con tocado floral en la cabeza incluido. X contándome que I había llegado soltando un "¡Nauzi! ¡Ponnos todas! ¡Una detrás de otra!" y que al poco ya estaba sonando todo el repertorio de Estopa. Me acerqué a la barra mientras veía que Z también andaba por allí a pedir lo siguiente que intentaría beber cuando Nauzi me soltó un "¿y tú dónde andabas?" "En el Gu..." "Pero qué hacías en el Gu..." y cómo explicarle con el ruido que había que yo tampoco lo tenía muy claro qué hacía sin estar allí, que aquél era mi sitio.

Por un rato, no recuerdo exactamente cuánto fue porque no duró mucho, volvimos a ser las dueñas de nuestro bar. Y aunque no estábamos todas, sentíamos que lo estábamos disfrutando también por las que faltaban, para que estuvieran orgullosas de nosotras. 

Espero que el futuro nos tenga guardado alguna que otra noche como aquella. Tampoco le pido mucho, sólo alguna que otra que llegue de improvisto para grabarse en nuestras memorias. 

Guregatik, nexkak.


P.D.: El post estaba escrito desde hace unos días y justo cuando iba a ver la luz, se ha ido uno de esos grandes hombres que han pasado la vida detrás de la barra haciendo de sus bares templos de peregrinación y alegrando el día a día a todo aquel que entraba. Que sirva este post como homenaje a él y tantos otros. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario