domingo, 9 de julio de 2017

Hace dos años ya

El otro día, estaba en la tienda, y llegó un sobre enorme desde Francia lleno de información y muestras de una casa de perfumes. En seguida reconocí la pegatina que tenía fuera e identifiqué la marca, porque cuando escribía El Tocador de Dorothy, ya hablé varias veces sobre ella. Tenía una historia curiosa, unas inspiraciones muy bonitas, de esas que me atrajeron como la miel. Con el tiempo probé sus perfumes, hasta tuve algún frasco que terminé regalando porque no era para mí. Y cuando el otro día llegaron esas muestras sin nosotras pedirlas, sólo porque la creadora de la marca estaría encantada de que su marca estuviera presente en Hunky Dory. Justo ese momento, fue uno de esos pequeños momentos en el que me di cuenta de todo lo que hemos hecho y me emocioné.

Lo cierto es que no sé si creo en el destino. Para mí ese significado de estar destinado a algo, carece de la connotación mágica de todo está escrito, me parece más amoldable, más trabajable por uno mismo. Como si el destino fuera la consecuencia de los actos, como si no te pudieras librar de él no porque un ente poderoso te está empujando a ello, sino porque te lo has ganado a pulso. Para lo bueno y para lo mano. Y por esta teoría, lo de montar nuestra propia tienda, dejando la modestia de lado, era nuestro destino.

Una vez, antes de todo esto, bueno después de mi afición por los perfumes, después del blog, después del frikismo extremo pero antes de la tienda (siendo exactos, una semana antes de que la chispa de la idea de la tienda), le conté a mi hermana que iba a empezar a preparar unas oposiciones. Ella, nueve años menor que yo y que emana sabiduría por los poros por mucho que luego lo disimule muy bien preguntándote veinte veces cuánto tiempo hay que tener cociendo los macarrones (¿y las patatas? ¿y las vainas? ¡y ay, he perdido las llaves por centésima vigésima tercera vez!), me dijo que no, que no podía, que lo mío con los perfumes era demasiado especial para no dedicarme a ello. Y yo me quedé cortocircuitada entre pero esta niña qué dice y ¿y si tiene razón?

Por suerte, como he dicho, una semana más tarde el destino nos puso sobre la palestra la posibilidad de hacer este proyecto y nosotras avispadas que somos un rato, la cogimos al vuelo, sorprendidas en darnos cuenta la ilusión que nos hacía. No sé cuántas veces habré contado ya la misma historia, al no tener descendientes, a alguien le tengo que contar cómo la tita Eva y yo decidimos saltar al vacío y montar nuestra propia perfumería.

Regalos que emocionan por nuestro segundo aniversario.

Y desde entonces, dos años ya. Dos años en esta esquina con vistas al mar, cada vez más asentadas y con el truco cogido por qué lado hay que venir cuando sopla el norte como si no fuera a haber un mañana. Dos años entre olores, eligiendo marcas, descartando otras y disfrutando mucho de lo que tenemos en la estantería. Dos años vendiendo maneras de mimarse uno mismo, no es mal trabajo. Dos años con el orgullo de que será de las pocas perfumerías donde suenan los Creedence, Belako, Ella Fitzgerald y por supuesto, Bowie. Dos años viniendo contentas a trabajar, viendo crecer día a día a esta niña bonita que creamos de la nada. Dos años que tenemos el lujo, el placer, el privilegio de trabajar en lo que nos gusta.

Por lo que si os apetecen unos mimos perfumados, la tita Eva y yo os esperamos en Hunky Dory Laboratory.

Brindemos por muchos años más.


Maddalen

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