jueves, 29 de enero de 2015

Ordenando ideas

No tener tiempo de escribir. O lo que es peor, no tener tiempo de pensar sobre lo que me apetece escribir. Y así, claro, no hay manera de pasearse por aquí. Leer es lo que me mantiene las ideas ordenadas, aunque en el hábito sigo igual de anárquica y el lunes empecé con También esto pasará de Milena Busquets sin haber acabado ninguno de los que están en progreso. Ya no aguantaba más sin probar en mis propias carnes la que parece a ser la nueva revelación literaria. Y qué bonito todo por ahora.

Hace una semana mi rutina cambió y poco a poco me voy acostumbrando a los nuevos ritmos. La buena noticia es que aún sigo tomando mi super-zumo mañanero, vamos, que no me ha vencido la pereza y limpiar la licuadora cada vez es menos tedioso. La receta ha ido variando pero la definitiva por ahora es 3 zanahorias, 1 manzana, medio limón y un trocito de jengibre. Sorprendentemente, cada vez disfruto más esos minutos de silencio cuando parece que aún nadie se ha puesto en marcha.



Sigo fiel a mi armario, resistiéndome a comprar nada hasta que llegue el 5 de marzo. Cada una tiene sus pequeñas metas y sus retos cotidianos de superación. No ha habido demasiadas tentaciones para saltarme la restricción. Quizá un abrigo de estampado de leopardo en rojo que vi el otro día... pero rectifiqué a tiempo pensando en que estoy a un par de prendas de ir vestida de leopardo todos los días y tampoco es plan. Esto de no comprar y ser más austera con mi armario, está consiguiendo que quiera vaciarlo aún más y tirar la mitad a la basura. Una vez que te metes en esta vorágine de menos es más, te atrapa del todo. Cada vez me agobia más el hecho de poseer tantas cosas y en mi armario no iba a ser excepción. Ahora, qué ganas de sacar del baúl de los recuerdos todos los vestidos veraniegos que guardé en otoño. Qué cerca y qué lejos.

Como veis, ando con un popurrí de ideas que poco a poco se van asentando. A mi mente le tengo que dar un poco más de tiempo para que se me acostumbre a tener tantos frentes abiertos y no morir en el intento. Esto de escribir siempre tuvo un lado muy terapéutico. Lo escrito, ahí se queda, parece que hasta ordenado.


Un beso,

jueves, 15 de enero de 2015

¿Por qué Birdman se merece todos los Oscars del mundo?

Bueno todos no. Porque sería un puntanzo que el de Canción Original lo ganara Everything is awesome de Lego The Movie.

Ayer, como ya dije en el post anterior, fui al cine a ver Birdman (que en realidad se llama Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia) pero para no alargarnos le llamaré Birdman a secas). Dos horas más tarde salía del cine con una sonrisa dibujada en la cara y con una sensación de que acababa de ver una de esas películas redondas, que tanto escasean, a las que no se les puede poner ningún pero. Bueno, quizá el papel de Naomi Watts otra lo hubiera explotado mejor pero da igual. Con todo lo demás, eso da igual.


Creo que la verdadera maravilla de Birdman es todo lo que cuenta y cómo lo cuenta. Para empezar, es la historia de un actor que en los noventa saltó a la fama por interpretar a un superhéroe (recordemos que el propio Michael Keaton fue el primer Batman de nuestra era bajo la dirección de Tim Burton) que intenta que le tomen en serio adaptando De qué hablamos cuando hablamos de amor de Raymond Carver para Brodway. Obra, que él mismo dirige y protagoniza. Pero este argumento no es más que un telón de fondo (nunca mejor dicho) para hablar de temas tan gordos como el cine, la fama, el camino que cada uno hace en la vida, y si me apuráis, el papel que tienen las redes sociales y las nuevas tecnologías en la vida que hoy en día vivimos. Todo esto, saltando de un personaje a otro a ritmo de jazz, en un plano secuencia falso (esto lo he leído por ahí porque yo no sabría cómo llamarlo) que hace que vivas la película como si fueras parte de ella, con un dinamismo muy poco usual.

Ayer me decían en Twitter que Boyero había dicho que Iñárritu no emociona como con Amores Perros. Yo soy muy fan de Boyero pero esta vez no estoy de acuerdo. O quizá sí, porque no es que emocione como con Amores Perros, es que emociona diferente. Amores Perros (y sus intentos de repetición 21 gramos y Babel) y Birdman son cines casi opuestos y justo por eso mismo, por su trayectoria, me parece aún más admirable que Iñárritu haya sido capaz de hilar y tejer una película así. En el post de los Globos de Oro puse que me parecía justo que Linklater se lo hubiera llevado por su innovación cinematográfica en Boyhood, pero ahora, después de haber visto lo de ayer, me parece muy injusto que no se lo dieran a Iñárritu. Como me decía @Ugolyok en Twitter, "Con Boyhood me quedé dormido a la mitad, con Birdman me costó conciliar el sueño". Porque en el cine, además de innovar, hay que entretener, sino, la función no está completa.


Como ya he dicho al principio, lo único que no llega a excepcional en la película es el papel de Naomi Watts, porque igual otra actriz con una bis cómica más trabajada lo hubiera bordado mejor (me viene a la mente Amy Adams, por ejemplo). Pero estoy hablando de unos niveles estratosféricos que Naomi quizá ve empañados por el papelón de Michael Keaton y sobre todo, ese tandem inesperado que crean Edward Norton y Emma Stone. Norton vuelve en su mejor versión, no se sabe si haciendo un papel o interpretándose a sí mismo, pero vuelve, que es lo importante, y de qué manera. Lo de Emma Stone ya se está volviendo tan habitual, eso de que se coma ella sola la película (y la alfombra roja), que ya no sé ni qué contar. Esta vez, le toca ser la hija post-adolescente rehabilitada de la super-estrella en decadencia de Hollywood y otra vez más, consigue que la adoremos y la envidiemos a partes iguales por el talento que destila. Entre todos, hacen que las apariciones de Zach Galifianakis pasen al plano anecdótico y eso que está soberbio también.


Así que hagamos recuento: Película, director, guión adaptado, actor protagonista, actriz secundaria y actor secundario, y hasta diría que la menos merecida sería la de Keaton. Las de los planos técnicos los dejamos para otros por repartir un poco, aunque ojo con el de mejor sonido.

Pues nada, que no sé quién me ha llamado a meterme a crítica de cine ahora, pero esto lo tenía que contar.


¡Besos!



P.D.: Si vais a ver la película fijaros qué pendientes tan bonitos lleva la ex-mujer de Keaton la noche del estreno.

lunes, 12 de enero de 2015

Mis Globos de Oro




No necesito ninguna foto más para enseñar lo que me gustó de los Globos de Oro de ayer: la maestra y sus mejores alumnas.

Esto del estilo es algo complicado de explicar. No sé si se tiene o no se tiene, si se aprende con el tiempo o si es suficiente con tener una buena estilista. No tiene que ser tan fácil para que pocas más que estas tres triunfaran ayer a la noche paseando por la alfombra roja. Visto lo visto, diría que el estilo tiene que ver con no conformarse con un vestido rándom, con atreverse a llevar algo que sabes que otra luciría peor que tú y con no tener miedo a destacar sin llamar la atención. Y lo suyo tiene hacerlo alfombra roja tras alfombra roja. Yo creo que ayer la Mirren se aguantaba la risa cuando veía llegar a las jovenzuelas con sus mejores galas.

Respecto a los premios, pues poco que decir. Que a mí Boyhood no me pareció para tanto, que en cambio El Gran Hotel Budapest me pareció maravillosa y que Cómo entrenar a tu dragón 2 es mucho mejor que casi todas las nominadas a no animación. Que el premio a Linklater lo veo más lógico por atreverse a contar historias como nadie lo había hecho hasta ahora. Que Eddie Redmayne me encanta pero que estoy algo aburrida con tanto premio por personaje histórico y que muero de ganas por que a Julianne Moore crear un personaje enfermo de alzheimer. Que el miércoles intentaré ir al cine para ver Birdman y que Big Eyes me sigue dando pereza a pesar del premio a Amy Adams (y a pesar de Christoph Waltz). Que habrá que ver si The Affair es para tanto y que a mí me cuesta diferenciar Ruth Wilson de Michelle Monaghan (y eso que Ruth es mi Jane Eyre favorita). Que puede que Fargo sea mejor serie que True Detective pero que es una de las mayores injusticias de la historia que un personaje como Rustin Cohle pase a la historia sin un premio de los gordos. Porque Rust no volverá y Rust es de lo mejorcito de todo el 2014.


Y en protesta personal por el no-premio a Matthew, voy a ver True Detective otra vez y voy a leer Galveston de Nic Pizzolatto antes de ver Fargo.


¡Besos!




Editado después de haber visto Birdman: Ya no me parece tan bien el Globo de Oro a Linklater, Iñárritu se lo merece mucho más. Y Emma Stone de secundaria está que se sale también, se lo daba todo a ella. De mayor quiero ser ella.

jueves, 8 de enero de 2015

Siguiente nivel: Empieza el juego

Desde que escribí aquel post sobre mi estilo, me he dado cuenta que ya no pierdo el tiempo en intentar innovar. He simplificado mis decisiones respecto a las compras y he dejado de lado todo aquello que si a mis casi-treinta no ha entrado ya en mi armario, no lo hará. Al menos por ahora. 

He aprendido a no mirar la bisutería y a dejar de seguir buscando el rojo perfecto de los labios. Ya lo tengo, y no uno, sino 5 rojos perfectos para diferentes ocasiones. He asentado mis básicos de maquillaje (a esto igual le tendría que escribir otro post) y ya no siento la necesidad de seguir experimentando con potingues varios. 

Una vez asentada la Fase1, digamos que ha llegado el momento para dar un paso más en mi afán de minimizar decisiones y simplificar armario y tocador. Que menos es más lo tenemos ya más que aprendido. Que una habitación ordenada, incluidos armario y tocador, ayuda a tener una mente equilibrada también. Por eso, el siguiente paso va a ser aprender a valorar lo que tengo y deshacerme de aquello que no necesito. 


Hace un tiempo empecé a pensar dos veces lo que quería comprar. Con los bolsos lo aprendí fácil, basta con comprar uno bueno para saber que ya no te vas a conformar con tener 20 de Misako y Blanco. Con la ropa me costó un poco más, sobre todo en la época de rebajas de Asos donde te encuentras vestidos que te gustan más o menos a precio de risa. Pero ya puedo decir que creo que estoy rehabilitada de todas esas compras-impulsivas-incitadas-por-chollos-imprevistos, y aunque no cantaremos victoria todavía, creo que ahora sólo compro cosas que me gustan mucho. Así que me he hecho con un fondo de armario con el que estoy muy contenta y toca explotar. 

¿Habéis oído hablar del proyecto Capsule Wardrobe? No sé quién lo habrá inventado, lo he leído en varios blogs entre los que se encuentra Unfancy que es quizás con la que más identificada me siento en el planteamiento, que no es otro que intentar huir de esa búsqueda constante de cosas nuevas que comprar y disfrutar de lo que ya tenemos. Al fin y al cabo, Capsule Wardrobe no es más que una manera que poner en números esa idea de valorar nuestro armario. 

He solido leer varias variantes, pero al fin y al cabo es elegir cierto número de prendas (36-37) y no salirse de ellas en toda una temporada. Algunas meten los bolsos dentro de ese número, otras no (yo no podría)... Para algunas la temporada dura 3 meses y para otras 6... A veces se da opción de comprar alguna prenda siempre y cuando retires otra, Unfancy por ejemplo sólo la opción de comprar las dos últimas semanas de la temporada mientras vas diseñando la nueva Capsule Wardrobe para la que viene... y así hasta mil variantes (aquí un ejemplo). Pero una idea en común: disfrutar y valorar la ropa que tenemos


Reconozco que a mí me ha dado cierta pereza ponerme a contar prendas, aunque cada vez me molestan más esas que no utilizo. Antes, solía desechar con pena aquellas que no utilizaba durante un par de años, ahora disfruto cada vez que lleno la bolsa de basura. Además me he vuelto tiquismiquis con las calidades de la ropa: No he comprado una chupa hasta que ha podido ser de cuero, me fijo en el porcentaje de lana que tienen los abrigos, tengo jerséis de polyester a los que les he cogido tirria... y sin mencionar el calzado y los bolsos. Pero luego el tiempo me da la razón, no todo envejece igual y ya estamos en una edad que lo que te gustaba un año, también lo hará al siguiente. 

A lo que iba, que me he apuntado a hacer un pseudo Capsule Wardrobe, sin contar las prendas pero teniendo que aguantar hasta el 5 de marzo sin comprar nada, 3 meses me daban cierto pánico. Ahora que pasan los días y no entro en Asos, veo que mi mundo sigue girando igual y que no por ello salgo a la calle menos guapa.  Lo gracioso es que tengo aún más ganas de deshacerme de todo aquello que no me apetece poner y quedarme sólo con lo que realmente me guste. Que digo gustar, adorar. 

Sólo me he permitido un pecado rebajil: un jersey de lana gris de Massimo Dutti Hombre que me ha estado esperando toda la temporada. 97% lana, 3% seda morera. A mitad de precio. 

Ahora, toca jugar con lo que tengo.

¡Besos!

sábado, 3 de enero de 2015

Libros que leí en 2014 que pasarán a mi historia

El año pasado leí bastante. Más que nunca diría yo. Y más que nunca la literatura fue una vía de escape para los problemas mundanos del día a día. Creo que las listas de lo mejor del año ya están todas hechas, pero entre que quería esperar hasta el último día del año por eso de ser equitativa y entre que luego se me han pasado los días volando... Aquí vengo, algo tardía pero igual de eficaz: Los libros que leí en 2014 que pasarán a mí historia.


El cuerpo humano de Paolo Giordano

Lo cierto es que me parece que fue otra vida cuando leí este libro, hace justo un año andaba a vueltas con él y lo terminé creo durante los últimos días de vacaciones. A mí Giordano me había ganado con La soledad de los números primos, con aquel gran párrafo sobre lo que estudió Mattia el primer año de la universidad, que se convirtió en uno de mis retales literarios favoritos. Pero esta vez apareció un Giordano mucho más maduro, y aunque puede que la historia no fuera tan emocionante como el de Mattia y Alice, me pareció que estaba más trabajada y mejor contada. Habla sobre los días de un grupo de soldados italianos en una base de Afganistán, sus relaciones y sus historias, antes, durante y después de los meses que pasan allí. Una novela coral que acerca el lado más humano de ese mundo que a veces nos parece tan impersonal.


El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez

A mí la muerte de García Márquez me hizo leer. Concretamente, esta novela que tenía pendiente desde que Cien años de soledad no me apasionó. Nada nuevo en el horizonte si os cuento que ésta en cambio, me pareció maravillosa. De hecho, hace unos días la estuve releyendo por encima para la cata literaria que hicimos en Garoa y disfruté aún más perdiéndome entre sus palabras. García Márquez dio fondo y forma a una de las más bonitas historias de amor de la literatura. Y si no es de las más bonitas, al menos sí de las más longevas: más de 53 años, 7 meses y 11 días. Un orgullo que aquí una servidora, sea de la misma cosecha del 85 que el libro.


Legado en los huesos y Ofrenda a la tormenta de Dolores Redondo

Segunda y tercera parte de la trilogía de Baztán, una la leí en marzo y la otra en los últimos días del año que acabamos de pasar. Puede que Redondo no tenga la prosa de García Márquez, pero tampoco la necesita para crear una trama a modo de tela de araña que te atrapa hasta leer la última página. Reconozco que no soy una gran seguidora de la novela negra, más que nada porque después de leer Millenium me parecía que nada estaba a la altura y terminé dejando el género de lado (aunque ahora tengo pendiente Galveston de Nic Pizzolatto, ese mismo que fue capaz de crear a Rustin Cohle, o sea, que promete...) hasta que un reportaje en Página2 y el hecho de que estuviera ambientado al lado de casa hicieron que me picara el gusanillo con El Guardián Invisible. Desde entonces, no me canso de recomendar las historias de la inspectora Amaia Salazar.


Monasterio de Eduardo Halfon

Dos hermanos guatemaltecos que viajan a Israel para asistir a la boda judía de su hermana y apenas 126 páginas son suficientes para que Halfon nos hable de la vida y de la identidad, ese término tan abstracto de definir, y que tan fácil y bonito queda entre sus manos. A mí, en cambio, se me hace más difícil poner en palabras la magia que irradia en su simplicidad. Una historia que queda fuera de nuestra realidad y un escenario, que como en la novela de Giordano, solemos ver en la noticias pero que realmente nunca nos la enseñan.




Nosotros, los ahogados de Carsten Jensen

No sería verídico decir que Nosotros, los ahogados lo leí en el 2014. Lo cierto es que empecé en el 2010 y lo he ido leyendo por trozos hasta terminarlo el pasado verano. Es una de esas novelas antológicas que no entiendo cómo no se han escuchado más porque tiene alma de clásico. No es un libro de lectura fácil pero sí para disfrutar leyéndolo. Tiene párrafos de tal belleza que se te quedan grabados en la mente. Si Halfon hablaba de la vida en 126 páginas, Jensen utiliza algo más de 700 para contarnos la historia de un pueblo pesquero de Dinamarca, de sus gentes y de ese destino que tienen llamado mar. Y cómo no, de los ahogados que van cayendo en el camino.


Plomo en los bolsillos de Ander Izagirre

Izagirre llegó por primera vez a mis manos con su precioso Mi abuela y diez más que leí de una sentada. Pero tampoco le achaqué mayor mérito al hecho de que me gustara un libro sobre la Real (aunque luego leí las historias de Beti, beti, maite y me di cuenta que Izagirre había dejado el listón muy alto). Fue en verano, cuando salseando en una librería, encontré Plomo en los bolsillos. Pensé que tenía el tamaño perfecto para llevarlo en el bolso y que no me vendría mal leer algo que no fuera novela. Así empezó nuestra historia y terminó con una dosificación exhaustiva porque no quería que se me acabaran las páginas. Y por mucho que me gusten los deportes, que termine maravillada con un libro que habla sobre el Tour, tiene muchísimo mérito.


Saber Perder de David Trueba

David Trueba tiene que ser de esa clase de persona que enseguida cala a la gente. Sólo así se explicaría la riqueza que tienen sus personajes. Son ellos los que te importan, más aún que lo que les ocurre. Saber Perder es justo eso, una historia de perdedores, que hacen las cosas bien y las hacen mal, pero se les quiere igual.


Canciones de amor a quemarropa de Nickolas Butler

¿Os he contado alguna vez cuánto me gustó este libro? Qué graciosa soy a veces eh... Pues sí. Si tuviera que elegir sólo un libro de todo el año, sería éste. Igual que el año anterior fue Expiación de Ian McEwan. Y una vez más me doy cuenta que cuando un libro me ha gustado mucho, realmente tampoco sé decir por qué. Sólo os diré que me han entrado ganas de mudarme a un pueblito de Wisconsin y soy una persona que no tolera demasiado el frío. En serio, leedlo. Es una orden.


Tierra desacostumbrada de Jhumpa Lahiri

Ha sido la sorpresa inesperada, el segundo libro asignado en ese genial Club de Lectura que asisto desde octubre. El otro día, una amiga me decía que siempre elijo libros que hablan sobre amigos. Yo creo que mi gusto es algo más amplio y se extiende a los libros que hablan de personas en general. Me fascinan esos escritores que cuentan relaciones personales cotidianas como nunca se me habría ocurrido contar a mí. Me fascinan y los admiro. Y Jhumpa Lahiri ha sido el descubrimiento del año en ese sentido. Como Gavalda en su día, o Némirovsky. Porque igual que ellas, es capaz de ver detalles que los demás no percibimos, pero que siempre llegan a ser transcendentales.



Ahora ya sí, con los deberes hechos, vayamos a por las lecturas de 2015.


¡Feliz Año!