viernes, 12 de diciembre de 2014

Sin querer ser Cruella

Esta semana me han pasado cosas chulísimas. Desde seguir preparando una cata de perfumes con libros que vamos a hacer en la librería Garoa en 30 de diciembre, a la charla que di sobre mis blogs en la Sede Keler el miércoles invitada por On Egon. Fue un auténtico placer.

Pero mientras andaba entre tanto ajetreo, yo tenía otra preocupación en la cabeza. Espero que pronto me llegue mi abrigo de leopardo de Asos y no quiero parecer una Cruella de Vil con él. Por eso, también me he dedicado a buscar inspiración sobre el tema.



Está claro que la clave es contrastarlo con prendas informales, aunque me hacen gracia todas esas zapatillas sin calcetines. Muy monas pero menuda rasca.



¡Besos!

lunes, 8 de diciembre de 2014

Sobre cuestionarlos la felicidad

El otro día, reparé en un cuaderno que hace unos años me regaló una muy buena amiga con una preciosa dedicatoria. En ella me decía que el cuaderno le había recordado a mí y me animaba a seguir escribiendo.


Decidí, que lo utilizaría para copiar a mano aquellas partes que más me gustaran de los libros que leyera, sabía que mi amiga estaría contenta con aquel uso. No sé si al final se lo comenté o si se estará enterando ahora con estas líneas.

La historia es que cuando vi el cuaderno en el estante hace unos días, me acordé que hacía mucho que no apuntaba nada allí, al principio por vagancia y después por puro olvido, y que tenía que retomar aquella costumbre. Es bonito volver a emocionarse con las mismas palabras que lo hicieron en su día.

Así, empecé a leer aquellos párrafos escritos hace tiempo y me encontré con uno del libro Los Recuerdos de David Foenkinos que no recordaba:

"En el fondo, así ocurrieron las cosas en el siglo XX: primero fue el nacimiento de la felicidad; en todo caso, el derecho a la felicidad y el acceso al ocio y a las vacaciones pagadas. Eso era en la década de 1930, cuando el Front Populaire. Después, pasamos a la segunda etapa de nuestra progresión; una etapa que podemos llamar el derecho a la insatisfacción. Apareció en la década de 1970, con la legalización del aborto, y del divorcio, por supuesto. Se tiende a olvidad que el adulterio estaba prohibido por ley hasta 1975. Adquirimos así el derecho a juzgar nuestra felicidad. Y ahora estamos en la tercera etapa, quizá la más dolorosa: la de la duda permanente. Tenemos la felicidad, tenemos el derecho de no estar satisfecho de esa felicidad, por lo que se nos abre una multiplicidad de caminos. ¿Cuál debemos tomar?"

No me acordaba de este párrafo pero qué bueno me sigue pareciendo. Foenkinos, aunque no cuente grandes historias en sus libros, siempre tiene la habilidad de poner por escrito lo que los demás no nos damos cuenta que pensamos. Esa duda permanente de si seremos lo suficientemente felices.


¡Besos!

viernes, 5 de diciembre de 2014

Friday Night Fever

Dicen que los viernes noche son para cometer locuras. O puede que me lo haya inventado yo. Lo cierto es que con el frío que hace en la calle y lo mucho que estoy hibernando últimamente, mis locuras se reducen a las cuatro paredes de la casa donde vivo.

¿Cuándo empecé a querer un abrigo de pelo de leopardo en silencio? Ya ni me acuerdo. Supongo que hace un par de años. Pero como ya tenía el otro abrigo de pelo bicolor, me negaba a caer en las redes de más pelo sintético. Al final, el tiempo esperado no ha hecho más que incrementar mis ansias de tenerlo.


El plan A fue preguntarle a mi hermana a ver si utilizaba el que nuestra madre me compró en Primark hace un tiempo y que ella se llevó a Barcelona después de que yo dijera que tenía suficiente con el bicolor peludo. La respuesta de mi hermana fue para enmarcar: "Me lo pongo para estar en casa. Es tan caliente y me siento tan diva..." Así. Con eso se supone que comparto genes. Por suerte, le pareció razonable que yo lo quisiera para andar por la calle así que aprovechando que venía a pasar unos días se lo trajo en la maleta. Hoy he ido a visitarla a casa y me la he encontrado desayunando enfundada en el abrigo. Según ella, disfrutando de los últimos momentos con él. Aunque al probármelo delante del espejo no ha resultado lo que yo imaginaba. Demasiado oscuro, demasiado peluche. Vuelta a devolverle a mi hermana lo que era suyo.

Y así me he plantado, el viernes a la noche, aguantándome las ganas de hacerme con un abrigo de leopardo y de mi sesión anual de Mientras Dormías. Lo primero, porque mi parte racional me decía que ya volví de Madrid con un abrigo nuevo que no me quito de encima y porque las rebajas están a la vuelta de la esquina (aunque soy de esas mujeres que viven con miedo de que justo lo que les gusta no va a llegar a enero). Lo segundo, porque siempre hago lo mismo, veo la que es mi película navideña favorita a principios de diciembre (por no decir a últimos de noviembre, este año superé la prueba) y luego me paso todas las Navidades con ganas de volver a verla y autoimponiéndome la ridícula ley de no repetir. Creo que este año la ley va a ser abrogada.

Por lo que tenía dos opciones, no comprar el abrigo y seguir viendo capítulos de The Good Wife como una loca, o comprarme ese precioso abrigo de leopardo que me estaba esperando en Asos (en serio, ¿qué haría sin esta tienda?) y disfrutar de la mirada de Bill Pullman. Soy débil ante las tentaciones y bastante tengo con seguir la dieta de June estrictamente por lo que... click, click y a disfrutar.


Qué disfrutéis de estos deliciosos tres domingos y de sus desayunos. Mi viernes noche no podría empezar mejor.

¡Besos!

jueves, 4 de diciembre de 2014

Con las tuercas apretadas

El lunes pasado tenía cita en Centro Karmele. Llegué después de un fin de semana tontorrón de hibernar mucho y de marcarme una de esas maratones peliculeras que hacen historia: Dirty Dancing, El diario de Bridget Jones, El diario de Noa y Que le gusten lo perros... ni más ni menos. Tenía en cuerpo con ganas de marcha y le dije a June (enfermera/nutricionista de Centro Karmele) que me apretara las tuercas. De esos días que el cuerpo te pide emociones fuertes y lo de pasar hambre de repente no te parece tan malo.


Entre las Navidades pasadas y el verano di un bajón majo de peso gracias a los cuidados de Centro Karmele (las menciono tanto porque sin ellas no habría hecho ni la mitad), pero desde el verano que nos propusimos mantener el peso para no pasar medio amargada los meses de sol, me había acomodado en esa inercia y no cogía carrerilla de nuevo. Por una parte muy guay porque las que habéis hecho alguna vez alguna dieta sabréis que lo de mantenerse luego suele ser casi más difícil que el adelgazamiento en sí, pero lo cierto es que tener a June y cía pendiente de mí es un lujo demasiado grande como para quedarme a mitad de camino.

Por lo que aquí llevo, media semana con las tuercas apretadas y muy contenta por hacer lo que conviene hacer. No pienso que haya estado perdiendo el tiempo hasta ahora, una tiene sus épocas y no siempre la cabeza está donde tiene que estar. Por ahora me propuesto llegar a Santo Tomás con una rectitud ejemplar, no sé comeré chistorra ese día pero alcohol bebo seguro. 21 días, como en el famoso programa de TV, dicen que son los necesarios para crear un hábito nuevo. ¿Se puede considerar hábito el pasar hambre? Cualquiera que me oiga con todo lo que como a lo largo del día. Además, con las Navidades a la vuelta de la esquina, con todos los turrones prematuros en los supermercados mientras yo no hago más que comprar zanahorias, manzanas y limones (es mi nuevo zumo mañanero), el reto se vuelve mucho más emocionante.

Como siempre se dice, en esto de las dietas o estás, o no estas. Yo ahora estoy. Así que a aprovechar.


¡Bessos!