martes, 28 de octubre de 2014

Simplificando decisiones: cosméticos que repito

Una vez leí a Punset diciendo que perdemos tanta energía en tomar decisiones que realmente no tienen importancia (ponía como ejemplo lo que nos cuesta decidir qué cereales queremos desayunar), que luego apenas nos quedan fuerzas para tomar aquellas que sí importan. Será por los cereales pero yo me acordé de aquella escena casi final de la película The Hurt Locker, en la que el personaje de Renner se encontraba delante del pasillo de los cereales del supermercado sin saber por cuál decantarse. Él, que en Iraq había sido el mejor desactivando bombas, decidiendo qué cable cortar. Aquella escena me pareció lo mejor de toda la película, la que daba sentido a las dos horas algo tediosas que había pasado hasta llegar a ella.

Desde entonces, siempre he tenido esa idea rondando en la cabeza, intentando educar mi mente para que no gaste energía decidiendo pausadamente si prefiero ponerme la camiseta blanca de cuello redondo o la de pico con bolsillo. Pero muchas veces, aunque no quiera, me pierdo en cavilaciones sin sentido, como en buscar el pintalabios rojo perfecto. Para qué si ya tengo cuatro que me encantan... pero en fin. A veces la oferta es tan grande, nos tientan por tantos lados, que se nos olvida simplificar.

Por eso, ahora que le estoy dando duro a eso de canalizar mi consumismo para hacerlo mucho más práctico y sostenible, he pensado que me tengo que poner firme en esto de perder el tiempo eligiendo. Como primer paso obvio (que no sé cómo no se me había ocurrido antes), he decidido que repetiré todos esos cosméticos que me gustan (por favor, decidme que no soy la única que aunque le guste una crema toma la ilógica decisión de seguir probando otras para ver si encuentra una que le guste más).

Aquí van algunos (iré poniendo más, mientras vaya repitiendo, porque realmente ahora mismo estoy bastante contenta con todo lo que utilizo).


(Antes de nada, diré que tengo la piel bastante sensible, sobre todo el invierno, por si a alguien le sirve de ejemplo.)

Empiezo de izquierda a derecha:

Leche desmaquillante 9 to 5 de Lush:  Me gusta porque retira perfectamente todo el maquillaje, deja la piel con una sensación muy agradable y un frasco dura un montón. Es verdad que no me suelo dar maquillajes muy densos en la piel, pero promete poder con todo. Además, se supone que con sólo este producto la piel no necesita nada más, pero yo aplico luego un tónico y el tratamiento hidratante. ¡Ah! Y previamente me suelo desmaquillar los ojos con el bifásico de Sephora.

Embellir Washing de Menard: Ésta sí que es una inversión que vale la pena, nunca me cansaré de recomendarlo. El Washing es un jabón en espuma que utilizo a las mañanas en la ducha para limpiarme la cara. Así de simple. Es un poco mami qué sera lo que tiene el Washing... porque merece cada euro que cuesta y reconozco que no son pocos. En este post del 2011 os contaba un poco de él. Os diré que el frasco anterior no me duró un año, sino cuatro. Y que éste sí que lo he pagado de mi bolsillo sin ningún tipo de reparo. Os digo en serio que una buena limpieza es la mejor inversión que podéis hacer en vuestra piel.

Mirinda y Heidi de Olivia Soaps: Desde que probé los jabones de Olivia ya no quiero ducharme con otra cosa. He probado casi todos su jabones y puedo decir con conocimiento de causa que estos dos son mis favoritos.

Primrose Facial Hydrating Cream de Aesop: Es mi hidratante invernal. Hubo una época que no conseguía que nada me hidratara lo suficiente, hasta que di con esta crema de Aesop. Como todavía no necesito ningún tratamiento específico más que hidratación, me funciona perfectamente. Y el olor... el olor es lo más.

Parsley Seed Anti-Oxidant Toner de Aesop: Hubo un tiempo en el que le fui fiel a tónico de rosas de By Terry, pero su olor floral me terminó aburriendo. Ahora estoy feliz con éste, que deja la piel fresca y su difusor de goteo hace que no desperdicies producto. Como veis, soy bastante fan de la los productos de Aesop y sus olores.

Ultimate Strength Hand Salve de Kiehl's: Desde que ayer puse la foto de los productos en Instagram, me ha llegado más de un comentario diciendo que es la mejor crema de manos que han probado, y no puedo estar más de acuerdo. He probado muchas, de hecho soy bastante viciosa en este tema. O lo era mejor dicho, porque desde que descubrí ésta no he encontrado nada igual. Desde hace un tiempo, he dejado de buscar y simplemente la he empezado a comprar de dos en dos.


Como ya he dicho ahí arriba, tengo más productos que pienso repetir o sea que ya los iré sacando.


A veces tomar decisiones así parecen tonterías, obviedades que no tienen por qué interesarle a nadie. Pero cuando las pongo por escrito y las publico, parece que una ley inexistente me obliga a cumplirlas. Por ejemplo, desde que el otro día escribí el post sobre "mi estilo", he dejado de mirar bisutería, ya no le hago caso, pa' qué si no va conmigo. El tiempo que me ahorro buscando qué pieza podría ir conmigo... Así estoy avanzando en las lecturas.

Lo dicho, que ya nos vale de malgastar energías en decisiones inútiles, ya nos harán falta realmente en alguna otra ocasión.


¡Un beso!




sábado, 25 de octubre de 2014

Sobre malas y muy buenas lecturas

Cuando un libro que a la gente le ha gustado y a mí no, le cojo manía. Mucha. Es más fácil que cogérselo a la gente, aunque igual menos realista.

A principios de este año, descubrí en la librería de mi tía el libro La gente feliz lee y toma café. Con ese título ya tenía medio marketing hecho por lo que lo llevé a casa y creo que me lo leí en dos días. El argumento tenía todos los ingredientes para que me gustara, sobre todo esa casita al lado de un barranco (¿había barranco, no?) a las afueras de un pueblito de la costa irlandesa. Y el vecino rudo y guapo, para qué engañarnos. Todo muy idílico.

Era fácil que me gustara el libro, ya os digo que con esos dos ingredientes poco más necesito para pasar un rato agradable, pero creo que al acabar un libro nunca me he sentido más estafada. Esa sensación de ¿Eh? ¿En serio que le han publicado esto? Me indigné muchísimo. Sobre todo porque estaba mal escrito, no tenía ni chicha ni limoná ni lógica lo que allí se contaba. Por no decir que el título era publicidad engañosa que apenas tenía nada que ver con lo que pasaba en el libro. Pensé que hasta yo podría haber escrito algo mejor. Creo que ya se nota que me volví hater oficial.

Poco a poco el libro fue cogiendo fama, apareció en muchos blogs y en muchas cuentas de Instagram, y la mayoría parecía encantada con la lectura (espero no ofender). Y claro, yo me planteaba cosas. Me embargaba un elitismo literario, una superioridad... justo lo que odio de mi hermana cuando va de guay porque lee a Sartre o a Camus. Yo, que soy carnaza para cualquier novela romántica mediobien escrita. Cada vez que lo veía en una librería colocado en un sitio privilegiado me daban ganas de ponerle otro libro delante y hacerle un favor a la humanidad. Hasta consiguió que mirara con cierto recelo al resto de los libros de Alfaguara.

Después de todo aquel odio que irradié, tengo que compensarlo de alguna manera y creo que tengo el libro perfecto para ello: Canciones de amor a quemarropa.


Poco tienen en común los dos libros salvo que son dos historias que podrían ser intercambiables. Me explico. Me parece que en el fondo podrían hablar de lo mismo si es que La gente feliz lee y toma café hablara de algo. Canciones de amor a quemarropa es ese tipo de libros que en el fondo no te cuenta nada (¿o te lo cuenta todo?), pero tiene todos los matices del mundo y más que le faltan al primero. Es un canto de amor a la amistad, a esa ley básica de aprender a aguantarnos. Y de fondo aparece la Wisconsin rural, que no le hace falta tener el glamour de París ni el encanto de la costa irlandesa para enamorarnos. No quiero hinchar más mis palabras porque últimamente les tengo pánico a las expectativas literarias.

Lo que os propongo es una cadena de favores, un boca a boca del bueno. Hoy a la mañana Pili ha publicado en Instagram que empezaba a leerlo y Cris ha comentado que se lo apunta. Un pajarito me ha chivado que nuestra Piquer particular también lo tiene en la mesilla de noche y he pensado que podría ser un bonito inicio para lo mismo que pasó con La gente feliz lee y toma café, pero ahora con uno de los buenos. Y así, compensar el daño que se le hizo a la buena literatura. Me hizo mucha gracia la nota de la editorial que me encontré al acabar el libro.



Queda más que recomendado. Si a su vez os gusta, os animo a que hagáis lo mismo y entre todos hagamos que la gente disfrute de una maravillosa lectura.



¡Besos!



P.D.: Nota para la Editorial Libros del Asteroide: Con los buenos ratos que me habéis hecho pasar con las dos únicas lecturas vuestras que he tenido (ésta que menciono arriba y la maravillosa Monasterio de Eduardo Halfon), no es necesario que me patrocinéis este post.

lunes, 20 de octubre de 2014

Aún más bonitos

Hace tiempo que creo que en la paredes de mi habitación no entra nada más. Tengo libre la zona de la cama pero aunque antes pensaba que faltaba algo, ahora creo que le da aire al resto de la estancia.

Aún y todo, Pinterest es un sitio peligroso a veces (casi siempre), no hay más que tentaciones por todas partes. Con lo que me gusta a mí Pixar y el cine en general, tampoco que importaría tener más espacio (mucho más) para llenar las paredes de estos pósteres aún más bonitos que los originales.




 (Es el del libro pero para el caso nos sirve igual)







Creo que el de Buscando a Nemo va a terminar siendo mío fijo.


Besos!

jueves, 16 de octubre de 2014

Lectores de temporada

Llevo días dándole vueltas a una idea un poco tonta y es que creo que he descubierto que existen lectores de temporada.

Mi amiga X dice (o decía) que sólo lee en verano. De hecho, ha habido años en los que un libro no finalizado en la época estival le ha estado esperando hasta el julio siguiente. Ahora parece que le ha cogido un poco más el gusto porque el otro día me enumeraba las lecturas que tiene pendientes. Supongo que no se refería a las del verano del 2015.

Anteayer, pululaba la última portada del New Yorker por las redes. Preciosa.


Lo que me hizo pensar que yo leo mucho más en otoño y en invierno. Es como si en verano tuviera más cosas que hacer pero que una vez llegado el frío, pocos planes hay mejores que pasar la tarde con la nariz metida entre páginas.

Esta idea justificaría aquel estrés literario veraniego que os contaba a principios de septiembre (aquí), aquellos disgustos porque no encontraba el libro adecuado. Lo cierto es que ahora mi estantería de las lecturas se encuentra más llena y caótica que nunca, por no hablaros que los libros pendientes casi no me entran en su hueco asignado.



Qué poco me gusta que los títulos queden boca abajo la mayoría de las veces... una que tiene sus manías.

Y como si este montoncito fuera poco, el otro día éste post de Librópatas fue el empujón final para decidir unirme al club de lectura de la librería Garoa (parece que últimamente no salimos de allí y supongo que llamarle librería es quedarme corta), por lo que ahora también he empezado a leer Amor perdurable de Ian McEwan, que es el primer libro que comentaremos. Aún estoy suspirando por Expiación y no sé si no se habrán quedado las expectativas sobre el autor demasiado altas ya para siempre.

Pero volviendo a la tontería que me da vueltas en la cabeza, ¿vosotros leéis la misma cantidad todo el año? ¿Tenéis alguna temporada más fructífera?



Besos!



P.D.: Hablando de libros, Cosas que los nietos debería saber bien, pero no tan maravillosa como esperada. No tiene ningún sentido leerla si de fondo no suena toda la discografía de Eeels. Entonces sí, entonces se disfruta el doble.

lunes, 13 de octubre de 2014

Marcando estilo

Llevo tiempo dándole vueltas a la cabeza sobre qué es tener un estilo definido. Hoy en día nos vestimos todos tan parecidos que es difícil salir un poco del rebaño establecido. Por eso, he decidido que ha llegado la hora en centrarme en ciertos aspectos de mi armario, aquellos que considero que son mi seña de identidad, y dejar de lado los demás detalles que tampoco me aportan nada.

Por ejemplo: bisutería. He pensado que voy a dejar de mirarla, total para qué, si nunca me pongo nada. No utilizo ni pendientes ni anillos ni pulseras ni collares. Lo asumo, y listo. Nada de perder el tiempo buscando aquellas piezas que podrían ir conmigo.

Mejor me centro en lo que sí es parte de mi identidad. Empecemos:

-Ropa cada vez más básica:


Mi armario cada vez es más liso y ciertos estampados cada vez me dan más pereza. Por eso he decidido centrarme en los básicos, que luego son los que más utilizas y no comprar nada con la idea de "bah, ya me lo pondré alguna vez", por muy barato que esté en Asos. Que las compras sean con convencimiento de causa. Enamoramientos muy gordos o necesidades muy grandes.

Tatuarme eso del menos es más. ¿Si es lo que nos gusta en otras por qué no aplicarlo en nosotras mismas? Si al final siempre terminamos recargando el look sin darnos cuenta.

Tener en cuenta cuáles son mis colores. El gris es Dios. Es mucho más que el nuevo negro. El gris lo es todo. Para acompañarlo me quedo con el rosa, el verde y el crema. Esto no quiere decir que no me ponga nada de otros colores, sino que tengo que tener en cuenta lo que me gusta a la hora de comprar las cosas.


-Complementos, son la clave


Aquí si hay que dejarse guiar completamente por el corazón. Es la misma historia del bolso amarillo que os contaba el otro día, si algo nos gusta mucho, terminaremos usándolo. Si nuestro armario es más bien básico, los complementos lo alegrarán. Creo que ésta es una de mis claves.

Llevo algunos años invirtiendo en zapatos y bolsos. Los compro buenos y bonitos, muy bonitos. Así, ha llegado el día en el que me siento saciada. Tengo los bolsos que me gustaría tener y no siento la necesidad ni la tentación de comprar ningún otro. Hombre, no me importaría que algún Céline o algún Chanel tuviera lugar privilegiado en mi estantería, pero no hay prisa. Como se dice, puede que no estén todos los que son pero sí son todos los que están. Y eso es lo que importa.



-Maquillaje y peluquería


Eyeliner, máscara, colorete y labios rojos. A mis casi treinta ya he encontrado lo que me gusta y no estoy ya para experimentos. Y por supuesto, las uñas bien cuidadas y pintadas.


¿El toque final? Ya que no se me da mal eso de hacer trenzas, trabajarme un poco más el pelo e innovar con mi recién estrenada media melena.



Y esta soy yo. O lo que quiero proyectar al menos.



Besos!

jueves, 9 de octubre de 2014

Pensamientos antes de medianoche

A veces pienso que debería de escribir sobre cosas más profundas. Tanto perfume y tanto bolso parece que me atrofia el cerebro y que me da pereza hasta opinar. Siempre he tenido la idea de que una tiene que opinar cuando le preguntan por algo y estar callada mientras esto no ocurra.

Me considero una cabeza bastante bien amueblada, pero aquí estoy, escribiendo sin rumbo sólo por el mero placer de ver lo que va surgiendo, mientras en mi cabeza ronda la idea de que no tengo las suficientes camisetas marineras en el armario. Una idea que me obsesiona últimamente. Ahora que no estudio, que digamos que fuerzo menos la máquina, el cuerpo (o la cabeza) me está empezando a pedir caña. No sé si leer a Dickens en inglés o comprar un librillo de Sudokus diabólicos.

Mañana voy a un recital de poesía, a ver qué me cuentan. Cuando los días se parecen tanto entre ellos, nunca está de más probar cosas nuevas. También estoy leyendo La náusea, aunque no estoy segura de que lo estoy entendiendo del todo. Dice mi hermana que es su libro favorito, pero no sé si fiarme, la pobre nos ha salido un poco rarita. O wannabe de rarita que es aún peor. De vez en cuando consigo que se salte su estricta dieta de documentales rumanos y películas francesas (la Nouvelle Vague no, otra corriente alternativa que mola mil veces más) con alguna recomendación (nadie puede decir que entiende de cine sin haber visto Con Air o La Roca) y disfruta más que un niño de ocho años en una merendola. Si es que esta vida todo es cuestión de ir compensando.

En fin, que habrá que ir pensando qué me pongo mañana para culturizarme. Os dejó con Mr. E, con la excusa del libro, está siendo la banda sonora de estos días. Estoy por llamarle a Linklater, por lo menos que esta vida cotidiana sirva para hacer una película.





Besos!

miércoles, 8 de octubre de 2014

Nuestro bolso amarillo

El verano pasado, leí el libro Como ser mujer de Caitlin Moran. Me encantó, me divertí muchísimo con él y aprendí algunas lecciones básicas de la vida. Entre ellas, la necesidad que tiene toda mujer de tener un par de zapatos amarillos, porque sorpesivamente, combinan con todo.

Yo todavía no me he hecho con unos pero hace ya casi tres años que me compré el bolso amarillo fosforito de Cambridge Satchel Company. Tuve muchísimas dudas en tirarme a la piscina o no, parecía ser una moda pasajera, algo de lo que me aburriría en una temporada. Pero aún a sabiendas, me gustaba tanto tanto tanto, que me lo compré, con mis iniciales grabadas, que eso siempre gusta. Y contra todo pronóstico, sigue siendo uno de mis bolsos favoritos.

Aunque a priori pensaba que sería un bolso de lo más veraniego, ha resultado que le saco más partido en invierno con la finalidad de alegrar los looks más tristes. Al hilo de lo que Moran decía en el libro, creo que fue Macarena Gea la que dijo que "como no pega con nada, pega con todo". Y así es.

Otra que debe pensar lo mismo es la gran Jenna Lyons. Porque hoy buscando unas fotos para otra cosa, he descubierto que ella también le ha dado uso al suyo.


Anda que  no mola que mi estilo tenga algo que ver con el suyo.



Besos!

lunes, 6 de octubre de 2014

El deseo según David Trueba

Así de bonito empezaba el libro que terminé ayer a la noche:


'Saber perder' de David Trueba.

Y hoy todavía estoy pensando en Sylvia y compañía. En cómo estarán, en qué habrá sido de sus vidas después de lo que cuenta la novela. Porque voy a echar de menos entrometerme en sus asuntos, en su historias y en sus penas.

No será fácil sustituirlos, pero habrá que intentarlo.



Besos!

jueves, 2 de octubre de 2014

Cortándome la coleta

Hoy parecía que iba a ser un día como otro cualquiera, hasta que me he metido a la ducha. me he empezado a enjabonar el pelo y de repente me ha dado una pereza horrible. He empezado a pensar en las matas que se me iban a caer ahora el invierno, en lo incómodo que sería secárselo a todo correr en las mañanas más frías, en lo poco que me iba a lucir con bufandas extra largas y en todas las veces que no sabría dónde colocarlo entre tanta capa que llevaría encima.

Por lo que ni corta ni perezosa, al salir de la ducha, me he secado, me he vestido, he cogido las tijeras de la cocina y siguiendo un tutorial de Youtube me he cortado 20cm de coleta. Yo creo que me lo suelo dejar largo pensando ya en el subidón que me va a dar cortármelo por lo sano.

Con la melena larga tenía sentimientos contradictorios, y aunque sé que la echaré de menos, sentía que no era del todo yo con tanta melena al viento. Si es que ya dije que aquella foto de Emma Stone había movido algo en mi interior... Nunca me arrepiento de mis arrebatos peluqueros, y esperemos que esta vez tampoco lo haga. Pero por si acaso, voy a empezar a buscar inspiración, para que no se me olvide el porqué de mis hechos.



Besos!